Las cosas buenas y malas de estos muchachos.
- Admin
- 14 ago 2018
- 3 Min. de lectura
Toco anoche el turno de la primera de dos obras que presenta el grupo Mi vida en el arte en esta Muestra Estatal de Teatro 2018, muy a pesar de que según convocatoria sólo se podía presentar un trabajo por compañía. En fin, que ya vimos con anterioridad que eso no es impedimento para seguir con la función, ahora con el montaje de 'Cosas de muchachos' de Willebaldo López.

Obra: Cosas de muchachos
Autor: Wilebaldo López
Dirección: Alex de la Cruz
Lo bueno...
Probablemente uno de los grandes aciertos de este montaje, fue regresar de CDMX a Andrés Alejandro, originario de Jalpa de Méndez pero quien lleva ya una temporada radicando en la gran capital. Llama mucho la atención su volumen de voz, que sí logra llenar el escenario, y que el chamaco tiene presencia escénica, tal vez incluso era más notable su presencia que la de su compañera. La flexibilidad en el uso de su voz, hizo que nos regalara a más de un personaje que pasaba por diferentes estados en una situación que termina siendo por completo imaginaria.
El otro punto que llama mi atención porque, de entrada, no lo esperaba, es que hubo una especie de preocupación por la luz, que delimitaba bien un espacio que de por sí no tenía mayores complicaciones: dos sillas y dos percheros hacían las veces de parque, cine y salón de clases. Aunque en este sentido, poniendo un poco la balanza sobre la mesa, tuvo también momentos en los que los personajes no estaban bien iluminados, lo que me hizo dudar en si ponerlo como algo bueno o algo malo ya que no me planteé la posibilidad de un punto intermedio. Pero digamos que, quitando esos momentos, la luz era correcta, funcionaba para lo que estaban haciendo los actores.
Lo malo...
La obra, por demás, resulta completamente monótona, su trazo parece tropezar y no lleva como tal un ritmo que nos permita gozar y saborear los distintos cuadros que propone el texto. Varios momentos de absoluto silencio que luego se rompían con algún ligero gesto de los actores o la acentuación en algún efecto sonoro que lejos de ayudar, opacaba la voz de Marianna Maciel.
La escena de la supuesta violación o abuso sexual con estos flashbacks con el padre es carente de intención, cuando debería ser el punto nodal o de inflexión entre lo que ocurre antes y después en esta historia de dos adolescentes que meten la pata y que, evidentemente, esta carencia de dirección contribuye a que la actriz no sepa qué hacer en el piso, pareciendo más una parálisis del sueño que un sometimiento.
Las transiciones escénicas están tan mal logradas que incluso el público tardó en reaccionar cuando la obra ya había finalizado e incluso debo mencionar que algunos elementos adicionales de vestuario se veían más estorbosos (sobre todo en el personaje de ella) que factores que pudieran permitirle un mejor desempeño con éste, muy a pesar que igual es una obra que no lleva una, sino varias funciones en diferentes puntos del Estado.
La moraleja...
Habría que replantearse si cantidad es igual a calidad cuando veamos el otro trabajo de este grupo de teatro en el cierre de la Muestra y más aún habría que plantearse en qué tan acertado es construir una teatralidad pobre como lo propone Grotowsky pero que en ningún momento se refleje una técnica en la dirección de actores.
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